Testimonio. Un testigo privilegiado de cómo Jefferson Leonardo Pérez Quezada venció la incredulidad de su país y, hace 22 años, dio la primera medalla de oro para Ecuador en la historia de los Juegos Olímpicos modernos. Lo hizo al ganar la prueba de 20 kilómetros marcha en Atlanta 1996. 

Él ya había recorrido unos cuantos cientos de kilómetros. Hasta que un día, allá por los inicios de la década de 1990, recibí una singular alerta.

"Empieza a poner especial atención en lo que él está haciendo. Aseguran que se trata de un prospecto que dará mucho que hablar".

Y se cumplió a cabalidad esa premonición de Eduardo Torres, uno de los fotoperiodistas ecuatorianos de amplia trayectoria. Conocer la historia de vida del Nardo, como lo llama su mamá, María Lucrecia Quezada, me ha demandado más de dos décadas y media de investigación y seguimiento continuo, no solo al deportista sino a un auténtico referente para sus compatriotas.

.

A Jefferson lo vi una y otra vez cruzar triunfante la meta y subirse al podio. Lo vi ir y venir una infinidad de veces en las pistas del parque de La Madre y del estadio de Cuenca, su ciudad natal y tercera en importancia de Ecuador, o en las calles y avenidas junto al río Tomebamba y hasta en el frío intenso del Parque Nacional Cajas, a más de 3.500 metros de altitud.

Así se consolidó como la máxima gloria deportiva de ECUADOR de todos los tiempos. Pues es el único doble medallista olímpico del país.

Pero, sobre todo, hoy es un referente para los ecuatorianos como un empresario de éxito en el campo inmobiliario, representación de talentos, gestor de eventos deportivos y otros. Atrás dejó aquellos pasajes de pobreza que caracterizaron sobre todo a su niñez en el tradicional barrio El Vecino, centro de Cuenca.

A la vez que supo darse tiempo para, a la par, prepararse académicamente hasta lograr el título de Magister en Administración de Empresas, en la Universidad del Azuay, en el 2015.

Y en su búsqueda de la excelencia académica, en junio pasado finalizó los estudios de maestría en administración política en la Universidad de Salamanca, España. No solo la Alcaldía de Cuenca, "por qué no pensar en la Presidencia de la República", acaba de confesarlo ante los medios de comunicación.

la máxima hazaña en juegos olímpicos

El 26 de julio de hace 22 años se dio aquel inolvidable baño de gloria olímpica para Ecuador. Ese día Jefferson Pérez sorprendió a los ecuatorianos al arrebatar a los favoritos la medalla de oro en los 20 kilómetros marcha de los Juegos Olímpicos de Atlanta (EE.UU.) Ese día venció toda incredulidad de los ecuatorianos. 

Doce años después, escribió otra hazaña al ganar la presea de plata olímpica en Beijín (China) 2008.

Su fructífera carrera deportiva se fortaleció con tres títulos consecutivos en los Campeonatos Mundiales de Atletismo de París (Francia, con récord mundial incluido de 1:17:20) en el 2003, Helsinki (Finlandia) 2005 y Osaka (Japón) 2007.

Desde aquella acertada recomendación de Eduardo Torres, empecé a seguirle los pasos, aquellos que pronto empezaron a convertirse en Pasos de oro. Lo hice impulsado por esa preferencia que tenía por el deporte amateur y la acuciosidad por saber hasta dónde iba a llegar 'el Nardo' (por Leonardo).

Por coincidencia, yo también marcaba mis primeras líneas como periodista. Pero tan convincente era cada logro deportivo de Jefferson que ya en 1991, Diario HOY, por ejemplo, no escatimaba espacios en su sección Deportes.

Eso aún a pesar de que se trataba de la marcha o caminata atlética, deporte casi desconocido y hasta visto con cierta extrañeza por sus singulares movimientos. Aunque por esos tiempos ya había empezado a dar los primeros triunfos para Ecuador con las azuayas Miriam Ramón y Luisa Nivicela, las campeones sudamericanas y compañeras de muchas batallas para Jefferson.

En esa lucha cotidiana por conseguir espacios para el deporte aficionado, si se trataba de Jefferson Pérez no era tan difícil, sobre todo desde 1993 ya en Diario EL COMERCIO (uno de los dos de mayor circulación en Ecuador). Más aún cuando empezaron a florecer sus triunfos a escala mundial. Aunque no faltó ese resquicio de incredulidad de quienes tomaban decisiones en el mismísimo momento cumbre.

"Baje de esa nube. Del equipo ecuatoriano, el único que tiene ciertas posibilidades es Rolando Vera en la prueba de maratón".

Esa fue la respuesta desconfiada ante mi alerta de que el gran 'Nardo' aseguraría la primera medalla olímpica para Ecuador en Atlanta, Estados Unidos, en 1996.

Esa advertencia se basaba en los cálculos metódicos y científicos hechos por el entrenador colombiano Enrique Peña y el médico ecuatoriano Freddy Vivar (+), además de ese seguimiento minucioso a la preparación del deportista.

Solo un círculo muy reducido (Jefferson, su entrenador y su médico) confiaba que ganaría una medalla. Lo decidieron mantener en ‘secreto’ para no estropear lo planeado.

Solo la confianza que había logrado en ellos, permitió que Vivar me anticipe que, de no mediar imprevistos, Jefferson Pérez se subiría al podio en Atlanta. Aún conservo como un verdadero tesoro aquel documento en que científicamente se respaldaba aquella premonición y que me confió el médico del entonces futuro campeón olímpico.

Claro que primó una suerte de ‘pacto de caballeros’ para no difundir esas proyecciones, ya que si los rivales advertían del riesgo que él representaba, lo hubiesen 'atacado' en equipo para evitar que el ecuatoriano Jefferson Pérez los sorprenda.

También fui testigo de cómo su técnica exquisita para la marcha recibía grandes elogios como el del exmarchista y entrenador ruso Robert Korseniowski y del exmarchista español Paquillo Fernández (dos de sus más duros contendores).

Y los médicos como Jorge Guillermo y Freddy Vivar alababan su extraordinario biotipo (estructura corporal ideal para la marcha y un sistema cardíaco capaz de resistir cargas inimaginables de esfuerzo físico). Ni qué hablar de su fortaleza psicológica, que se convertía en el dínamo cuando la fuerza física flaqueaba.

AQUÍ, EN JUEGOS SUDAMERICANOS CUENCA 1998, JUNTO A ROLANDO VERA (EL MEJOR FONDISTA), JEFFERSON PÉREZ Y JORGE DELGADO (4TO. EN NATACIÓN JUEGOS OLÍMPICOS)

Sin embargo, no se trató de un simple seguimiento al deportista. Por esas cosas de la vida y por una deferencia de Dios, tengo el honor de conocer al ser humano.

Jefferson, compañero de aula de mi hermano Jorge en el glorioso colegio Francisco Febres Cordero, de Cuenca. Fue oportunidad para una empatía entre su mamá, Lucrecia Quezada, y mi madre, Rosa Isabel Plaza (quien descansa en paz desde el domingo 17 de julio del 2016). A partir de allí surgió una muy grata amistad que perdura con él y con su familia.

Aquello me ha permitido conocer más de cerca sus alegrías y desconsuelos, sus estados de ánimo, sus metas y logros deportivos y profesionales. De ser un testigo privilegiado de cómo su coraje morlaco (gentilicio cuencano) le permitió superar lesiones como la fractura de su clavícula izquierda, al accidentarse en una bicicleta en 1993, y la operación de una hernia discal que, en 1999, lo mantuvo postrado en silla de ruedas por varias semanas.

De carácter fuerte, sobre todo antes de cada competencia o ante una responsabilidad trascendental. Eso lo descubrí personalmente cuando se molestó porque 'eché a perder' su retorno en secreto, al descubrir y difundir, con entusiasmo y esperanzas, que había retomado con intensidad sus entrenamientos luego de su retiro por un año en el 2000.

Solidario, de expresiones directas y tajantes, exigente consigo mismo y con los demás. Así es Jefferson Pérez Quezada y esa exigencia fue clave para que trascienda como el mejor deportista de la historia de Ecuador y alcance el éxito personal. Pero por sobre todo un gran ser humano, basado en el ejemplo de aquel pilar fundamental como lo es su madre. Hoy es el referente de los cuencanos, de nuestra natal Cuenca y de Ecuador en general. unto a Jefferson Pérez, en uno de los tantos diálogos.

Junto a Jefferson Pérez, en uno de los tantos diálogos.

                                                               *****